CELTA

El éxito que ensucian las mentiras

Carlos Mouriño y Luis Enrique, durante la rueda de prensa que ofrecieron ayer en Balaídos.
photo_camera Carlos Mouriño y Luis Enrique, durante la rueda de prensa que ofrecieron ayer en Balaídos.

El Celta acertó en la mayoría de sus fichajes y también en la contratación de Luis Enrique Martínez.

Lo incomprensible es que se empeñen en ensuciar una verdad tan comprensible como respetable

El Celta hace las cosas mucho mejor de lo que las cuenta. Empeñado en vivir en una burbuja y en tapar con una densa capa de opacidad todas aquellas decisiones que se toman en Praza de España, el club que encabeza Carlos Mouriño acaba haciendo el ridículo más de lo necesario. 
El celtismo vive días festivos. El equipo juega hoy en Valencia su último partido de la temporada con un puesto entre los diez primeros asegurado. Sólo hay que echar la vista un año atrás, cuando el descenso era un hecho casi consumado a 180 minutos del final del campeonato 2012/2013, para darse cuenta de que las cosas se han hecho bien. El Celta acertó en la mayoría de sus fichajes y acertó también en la contratación de Luis Enrique, aunque la temporada no haya sido un camino de rosas, tal y como dijo ayer el técnico asturiano. Ahí no miente. El equipo estaba en puestos de descenso en la décimo octava jornada, casi en el ecuador del campeonato, señal evidente de que se habían cometido errores. Eran tiempos de ostracismo para jugadores clave en la segunda vuelta, como Orellana o Jonny, de decisiones controvertidas como la retrasadísima posición de Oubiña en las primeras jornadas, la desafortunada reconversión a lateral de Toni Rodríguez o la insistencia en la titularidad de un David Costas que, pese a ser un central con un enorme futuro, esta temporada demostró que aún estaba verde para la Primera División. 
Pero todo cambió en la segunda vuelta. El equipo sufrió una transformación siendo siempre fiel a la filosofía de su entrenador. Mejoró el colectivo y mejoró la aportación individual de futbolistas como Rafinha, Cabral, Nolito, Krohn-Dehli o los citados Jonny y Orellana, fundamentales todos ellos en una segunda vuelta en la que Luis Enrique demostró que es un gran entrenador. Porque lo es, a pesar de que cometió errores que merecieron ser criticados, aun siendo menos en número que sus aciertos. 
Si al rendimiento deportivo añadimos la comunión con una afición entregada y la reducción de la deuda hasta los cuatro millones de euros al final del presente ejercicio (según anunció el propio Mouriño en la última junta de accionistas) el resultado es un club en estado de gracia. Precisamente por eso resulta más estrambótico el numerito que han montado con el adiós de Luis Enrique, tanto el club como el propio técnico. No sólo han mentido, unos y otros, sino que el entrenador incluso se atrevió ayer a presumir de honestidad. Dice Luis Enrique que tomó la decisión de irse cuando el Celta alcanzó la permanencia y no es así. Hace al menos dos meses que él y su cuerpo técnico, según ha podido saber este diario, tenían claro que no seguirían en Vigo, antes incluso de saber que Barcelona sería su próximo destino. Y dice Luis Enrique, lo dijo ayer, que no sabe qué le deparará el futuro. Ojo, puede que en este caso diga la verdad, que sólo se reuniese en su casa de Gavá con Andoni Zubizarreta para recordar viejos tiempos y preparar su intervención en el vídeo-despedida de su amigo Carles Puyol. Pero claro, si dentro de 48 o 72 horas el Barcelona anuncia su fichaje como sustituto del ya sentenciado Gerardo 'Tata' Martino, ¿habrá que creer incluso así que no tenía acuerdo alguno con el Barcelona? 
Pero lo incomprensible de esta historia no es que Luis Enrique se vaya al Barcelona, faltaría más, sino que él y el Celta se empeñen en ensuciar con mentiras una verdad tan comprensible como respetable. El todavía técnico del Celta defendió ocho años la zamarra blaugrana como jugador y entrenó durante tres temporadas a su filial, es culé de corazón y su familia reside en la ciudad condal. Es normal que atienda a la llamada del Barcelona. Incluso si no tuviese relación alguna con el club catalán, por qué había de negarse a dirigir a uno de los mejores equipos del mundo. Al fin y al cabo, los contratos están para cumplire, pero a veces tambien para romperse. 
El Celta entiende su marcha, no le ha puesto traba alguna, y es comprensible. Incluso me atrevería a decir que Carlos Mouriño se siente orgulloso por el hecho de que un equipo del nivel del azulgrana contrate al entrenador que él fichó para el Celta. Pero para qué vivir y contar los hechos con naturalidad, con lo que a este club le gusta complicarse la vida. Mejor mentir, habrán pensado. Porque el Celta ha mentido. Y no a los medios de comunicación, que somos simples intermediarios, sino a su afición. O mintió cuando anunció, el 8 de junio del año pasado, que Luis Enrique firmaba por dos temporadas o mintió ayer Carlos Mouriño cuando aseguró que el acuerdo era por un año y otro opcional pendiente de una conversación que ya se ha producido. En este caso, uno más uno no son dos. No es lo mismo, por mucho que pretendan disfrazar la mentira de naturalidad, quizás para proteger a su propio técnico, quien horas antes de ser cazado 'in fraganti' reuniéndose con Zubizarreta aseguró que cumpliría su contrato y que las informaciones que lo vinculaban al Barcelona eran meras "especulaciones". Especulaciones de un vidente, añadiría yo. Y qué decir de Ricardo Barros, creo que todavía vicepresidente del Celta, que hace dos semanas aseguró que no había 'plan B', que el 'plan A' era Luis Enrique porque tenía un año más de contrato. Una de dos, o desconoce el señor Barros todo aquello que se cuece en el Celta o también miente. Total, qué más da. Si en el planeta fútbol la mentira es moneda de cambio habitual. Puede, pero no por ello vamos a justificarlo ni a entenderlo, con lo bien que viste la verdad.n

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