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El pulso entre el bien y el mal

La afición del Celta disfrutó ayer de un gran espectáculo en un Balaídos que en cuestión de cuatro días ha acogido a 42.000 personas.
photo_camera La afición del Celta disfrutó ayer de un gran espectáculo en un Balaídos que en cuestión de cuatro días ha acogido a 42.000 personas.

Balaídos volvió a superar los 20.000 aficionados, que se enamoraron con los suyos y odiaron a los blancos y al árbitro

Qué emociones son más fuertes: las de amor o las de odio. Las que sacan el lado amable de las personas o las que transpiran la oscuridad del lado más tenebroso. Cuáles unen más a un colectivo de 20.872 espectadores como el que acudió anoche al estadio de Balaídos para seguir en directo el duelo liguero entre el querido –para la inmensa mayoría– Celta y el odiado –para buena parte de los presentes– Real Madrid. El yin y el yang emocional.
El partido de ayer dio lugar a muestras de cariño y de repulsa. La grada se rindió al esfuerzo titánico de los locales y a su calidad, pero los decibelios fueron, como poco,  tan elevados también cuando tocó  rendir cuentas con el rival o, finalmente, con el árbitro de la contienda.
Balaídos superó por segunda vez esta temporada, y en la semana, los 20.000 aficionados. Aunque en Copa ante el Barça hubo unos centenares más, lo cierto es que el ambiente resultó mucho más caliente ayer que el pasado jueves. Daba la sensación de que el partido copero era el de anoche y no el disputado ante los culés, cuando a la grada le costó mucho más conectar con su equipo. O más bien a la inversa.
Cómo no, las primeras muestras de esas emociones negativas se las llevó Cristiano Ronaldo, un imán para las iras ajenas. Sus múltiples fallos provocaron la rechifla de buena parte del graderío, sarcáticas ella al 'uuar' cada vez que el madridista erraba.
Pero lo bueno es que la noche también dio para alguna que otra declaración de amor. La más obvia, el cántico "Daniel Wass te quiero" 
–trasunto del "Carnaval te quiero"– cuando el danés acertó a marcar el primer tanto del partido. No fue la única: los cambios fueron aplaudidos especialmente hacia los que salían por su entrega. Y hubo aplausos y admiración no contenida por muchos otros jugadores locales.
Aun así, todo ese buenismo ambiental, exacervado con el tanto del empate, quedó en parte compensado con las amargas quejas por la no expulsión de Keylor Navas y por la no señalización del penalti de Marcerlo que Aspas reclamaba amargamente.n

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