La presencia en el Mundial de Augusto Fernández pendió de un hilo debido a la lesión que se produjo en el penúltimo partido de la pasada liga ante el Real Madrid.
El céltico recordó que "fue una lesión que me iba a demandar 50 días. Ahí se me vino el mundo abajo, me acostaba llorando y me levantaba de la misma manera, pero siempre sabiendo que me iba a enfocar en la solución y no en el problema. Tanto fue a sí que a los pocos días no me quedó otra opción que hacer fútbol para intentar convencer al técnico de que quería estar".
De manera distendida, el futbolista admitió el riesgo que corrió para estar en el Mundial y que la rodilla aún es objeto de recuperación. "Ese día que hice fútbol, la rodilla se me iba para todos los lados, pero lo disimulé muy bien porque espiritual y psicológicamente estaba fuerte. Todo eso hizo que el técnico me llevara y a partir de ese momento dije que lo que venga, bienvenido sea, porque de la rodilla no estaba al ciento por ciento y hasta el día de hoy me quedaron algunas secuelas. Si bien me moría de ganas de jugar, sabía que lo que había logrado era importante", narró.
