CELTA

De Campeche a A Madroa

Javier Que, en el banquillo del filial el pasado domingo.
photo_camera Javier Que, en el banquillo del filial el pasado domingo.

El mexicano Javier Que es uno de los seis extranjeros que se forman en la cantera celeste

La cantera del Celta es la referencia, hoy en día, para Galicia. Pero la búsqueda de perlas no se detiene en la frontera autonómica y ni siquiera en la estatal. Hoy por hoy, hasta seis jugadores extranjeros militan en alguno de los equipos de las categorías inferiores celestes. Se trata del portugués Joao Alves, todavía cadete –e internacional con su país–; del peruano Francisco Duclós –también internacional– y del senegalés Pape Diop, en el equipo juvenil –aunque el último de ellos ya ha jugado con el filial–; y del marroquí Yussef Al Watani, el argentino Eduardo Pucheta y el mexicano Javier Que.
Cada uno tiene su propia historia hasta llegar a A Madroa, donde todos ellos pelean por llegar al primer equipo. En el paso previo se encuentra ya Javier Que, que el pasado domingo debutó con el filial en Segunda B jugando los últimos minutos ante el Astorga.
Ser mexicano en el Celta no es ser de cualquier país. Se trata de la segunda patria del presidente, Carlos Mouriño, que nunca ocultó su deseo de traerse algún jugador de México y, de ser posible, de Campeche, estado donde está asentado el máximo mandatario celeste. Allí es donde el club ha fijado una escuela y de allí llegó el verano de 2013 Julio Que.
Jugaba en el Corsarios de la Tercera mexicana –cuarta categoría– desde los 14 años y con 18 recién cumplidos fue detectado por los ojeadores célticos. "Me preguntaron si aceptaba ir y dije: claro que sí. Quería salir de Campeche. España era muy lejos, pero bueno… Me preguntaron cuanto tiempo estaba dispuesto a estar sin mi familia y yo le respondí: el que sea necesario por el fútbol".
Del Celta poco más sabía que "el presidente tenía empresas en Campeche, pero nunca pensé llegar a jugar en su equipo. Ahora, me trata como a todos, aunque a veces hablamos de Campeche". Llegó y se integró en el juvenil de División de Honor, aunque le costó porque "no es el mismo fútbol. Aquí el balón va más rápido". Fuera del campo, lo único que "aún me cuesta, es el frío. Pero todo lo demás, muy bien".
Se podría pensar que tan lejos de casa podría haberle entrado dudas. Pero Javier aclara que "para nada". No siquiera cuando se lesionó un menisco y tuvo que pasar por quirófano: "Estuve aquí hasta que me dieron el alta para trabajar bien".
Meteoro, mote que le puso uno de los veteranos en el Corsarios "y aún hoy no sé por qué", se define como "un jugador de lucha, no doy una pelota por perdida. Aunque mi posición –delantero– no parezca tanto de lucha". Y en esa pelea se afana con el primer equipo como objetivo: "Si las cosas se dan, será con el tiempo. No hay que apresurarse". Él lo peleará hasta lograrlo o "hasta que me digan que no". De Campeche a A Madroa.n 

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