balonmano

Buen plan, perfecta ejecución

A Óscar Silva le costó más que a sus compañeros entrar en el partido, pero acabó siendo decisivo en la segunda parte.
photo_camera A Óscar Silva le costó más que a sus compañeros entrar en el partido, pero acabó siendo decisivo en la segunda parte.

El Octavio fue superior al líder Teucro y se llevó un derbi en el que sobresalieron los juveniles Figueirido y Bernárdez

Si se piensa bien, hasta es lógico. A un equipo de naturaleza juvenilmente eléctrica le tenía que venir bien la exaltación continua de los derbis. A un equipo que, por constitución, parece apostar siempre por la escritura mecánica como fórmula de expresión le tenía que venir bien el discurso embalado de los partidos abiertos. Si se piensa bien, sería lógico. Si es que la lógica sirviese de algo. La cuestión es que el Academia Octavio le ganó al cuasi incólume Teucro mereciéndolo, en un ejercicio de fe y de dirección táctica basado, sobre todo, en tres chavales: Borja Méndez para mantenerse en los malos momentos y Rubén Figueirido y Dani Bernárdez para liderar los buenos. Los buenísimos.
El partido empezó en la pizarra de Javier Fernández 'Jabato' y Pablo Alemany 'Peke' antes del pitido inicial. Cuando planificaron una defensa mixta de Cerillo sobre Dani Hernández plasmada del primer al último minuto, mantenida incluso cuando el derbi pintaba negro. La anulación del ex rojillo en el ataque, su progresiva desesperación y la falta de una contestación táctica efectiva de Quique Domínguez desde el banquillo pontevedrés ejemplifica el triunfo en la cocina del derbi, quizás no el decisivo pero sí necesario para que llegase el triunfo sobre la pista.
De ése se encargaron unos jugadores que están demostrando que merece la pena apostar por ellos, al igual que merece la pena apostar por el nuevo Octavio regenerado. Su liga no es todavía la del Teucro, que el año que viene estará en Asobal con enorme merecimiento de cuerpo técnico y plantilla, pero ayer la familia rojilla se demostró que además de futuro, tiene presente.
La mejor constatación es que no todo fue de cara en el partido. Ni mucho menos. Al Octavio le costó dar con la tecla. O, mejor dicho, insistir en la tecla correcta. Y mientras se agarraba a la clarividencia  de Borja Méndez –el único que nació al partido ya entero– para sobrevivir, el Teucro corría y daba velocidad a la circulación. A los ocho minutos, 3-6 en el marcador –con cuatro goles de extremos, según el  conocido libreto de Quique Domínguez– y tiempo muerto de Jabato.
Jorge García Lloria no leía correctamente los lanzamientos de los capitalinos y parecía que la defensa mixta no funcionaba (5-9). Hasta que mediada esta primera parte, el técnico local echó mano de Rubén Figueirido, primero, y de Dani Bernárdez, después. Y entre ambos cambiaron la cara al derbi. Merecen un largo paréntesis.
(Figueirido, a su 17 años, tiene el valor de los kamikazes, pero ayer demostró que no es un suicida. Su capacidad para acelerar y decelerar en el uno contra uno rompió el 6.0 del Teucro, hasta entonces muy cómodo desde su profundidad. Rubén le echó valor y acierto y los pontevedreses nunca supieron cómo pararlo, pues no se frena con el primer agarrón ni el primer golpe. Para frenarlo hay que tumbarlo. Y no es fácil. Por su parte, Bernárdez enardece. Es una joya de un valor que nadie quiere cuantificar a sus 18 años para que evolucione al ritmo necesario. Si recibe, y tiene buena mano para hacerlo, es imparable. Y siempre castiga con gol –habilidoso él–, siete metros y/o exclusión. Con él y Figueirido, la defensa abierta del Teucro se cortocircuiteó. Porque se buscaron y se encontraron).
Cuato goles del dúo juvenil pusieron el empate a tiro y Diogo lo redondeó (12-12, m.21). El devenir del choque ya era otro y al descanso se mantenía la igualdad. Faltaba saber si el Teucro tenía respuesta al partido planteado.
No la encontró de salida en la segunda parte porque las exclusiones no se lo permitieron. Se pasó gran parte de los cinco primeros minutos en inferioridad (menos dos durante varios segundos) y el Octavio abrió hueco, aprovechando que a Figueirido y Méndez se unían Silva y Cerillo –el capitán limitó sus errores a los siete metros; desde el extremo, infalible–. La máxima renta fue de cuatro goles (25-21, m.43), tras otra exclusión visitante.
Hasta que apareció Dani Hernández. Entre él y los extremos igualaron el choque –con Figueirido cogiendo aire en el banquillo– (27-27, m.50). Volvió Rubén y el Octavio volvió a plantar cara a las dificultades con valentía. Parcial de 4-1 para obligar a Quique Domínguez a pedir un tiempo muerto a falta de menos de cinco minutos. Para nada, porque la historia de este derbi ya estaba escrita. Con escritura mecánica.

Academia Octavio: 
Jorge García Lloria, Borja Méndez (8), Álex Conde, Juan Quintas, Germán Hermida (2), José Ángel Fernández 'Cerillo' (6), Óscar Silva (3, 1p.) –siete inicial–, Toni Corcera, Duarte Batán 'Tate' (1), Rubén Figueirido (8), Dani Bernárdez (3), Diogo Oliveira (3).
Teucro:
Ricardo Amerigo, David García Pichel (3), Adrián Pumar (7), Marcos Dorado (1), Borja Fernández (6), Dani Hernández (3, 2p.), Edu Moledo (7) –siete inicial–, Víctor Rodríguez (2), Iván Fernández, Gonzalo Carró 'Chalo', Carlos Pombo, Anxo Otero,  Santiago Gómez, José Carlos Ameijeira. 
Parciales:
2-3, 4-7, 6-9, 10-12, 13-14, 16-16 (descanso); 19-17, 22-21, 25-22, 27-26, 30-28, 34-29.
Árbitros:
Daniel Portela y Martín Rodríguez (Galicia). Excluyeron al local Germán Hermida y a los visitantes Pumar, Dorado (2), Borja Fernández y Gonzalo Carró.
Incidencias:
Pabellón de Navia, con un millar de aficionados en las gradas.

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