PESCA DE ANGULA EN EL BAIXO MIÑO

Pujas virtuales y centros de recogida a pie de río

Las angulas reciben tratamiento artesanal en un vivero de Goián.
photo_camera Las angulas reciben tratamiento artesanal en un vivero de Goián.

   A lo largo del Baixo Miño hay una veintena de centros de recogida como el de Tamagón, legalizados por la Consellería de Medio Rural, donde cada pescador profesional deposita la pesca del día y esta pasa al vivero. 


   Día a día también hay una puja virtual, sin pasar por la lonja, que marca el precio correspondiente; más tarde serán los viveristas -dos en la zona- quienes entregarán en A Guarda, en la Confraría de Pescadores de Santa Tegra, las correspondientes guías de transporte, con  el nombre del pescador, peso de la captura y horarios de entrada y de salida en los centros de recogida. Bien llamativo ver a estos marineros de agua dulce carpeta en mano con un surtido de legajos a modo de oficinistas.  
   El proceso al que se somete cada pescador es bien exigente, más allá de la pertinente licencia que han de renovar cada año, cada día de pesca en el centro de recogida hay un libro de control a rellenar -in situ- que tiene que coincidir con el diario de pesca de cada embarcación.  
 Aunque la campaña de angula arranca en noviembre y dura cuatro meses, en realidad, se circunscribe a esos seis días de antes y después de la luna nueva. A todos se les exige estar dados de alta como autónomos, al margen de que tengan, como es el caso de muchos, un trabajo distinto por el que ya cotizan. 
   Conviene recordar que ésta en tiempos fue una actividad complementaria -esa era la condición- con las tareas agrarias. Pero si de algo andan escaldados estos hombres es de normativas y cambios, así como la siempre amenazante directiva europea, la vigilante Comisión Permanente Internacional del Río Miño, sus máximos valedores, el comandante naval del Miño y el capitán del puerto de Caminha, que regulamenta cada campaña de angula, y que, a modo de espada de Damocles, amenaza con plantearse el futuro de este método artesanal con forma de red de arrastre, así como la propia práctica, bajo veto o limitar su pesca en el tramo internacional del Miño; algo que ya ha ocurrido. Los pescadores están curtidos también de todo esto. Muchos mantienen y renuevan sus derechos año a año, al margen de que es su oficio y lo viven con pasión en muchos casos, sabedores de que, en caso de una determinación de cierre estaría sujeta también a una pertinente indemnización.
   Cada pescador tiene un tope de capturas de tres kilos al día y embarcación, una cantidad  difícil de alcanzar, máxime cuando  hoy, la vegetación -algas y otras plantas invasoras-, la falta de drenajes en las desembocaduras -antes se extraían áridos-, la actividad de los embalses que se rigen por otros intereses, merma el potencial. Las angulas son una delicatessen en los platos más afortunados, y  afortunado es el Miño por tenerlas.

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