PESCA DE ANGULA EN EL BAIXO MIÑO

La angula puede alcanzar los 900 euros el kilo este año

Consuelo Fernández, dueña de Pescados Benítez Fernández, entre los viveros de angulas en Goián.
photo_camera Consuelo Fernández, dueña de Pescados Benítez Fernández, entre los viveros de angulas en Goián.

El preciado manjar que se comercializa en el Baixo Miño acaba en Madrid y Barcelona

n n n La angula sale cristalina del agua y en el punto de venta alcanza su peculiar color gris. En este camino de transformación trabajan los viveros, empresas que las adquieren y conservan en agua fría durante al menos quince días. Son varias las que desarrollan su trabajo en el entorno del río Miño. A saber, Benítez Fernández, Maemiño y Angubami.
Consuelo Fernández es la dueña de la primera y abre las puertas de su vivero tras una reunión con un cliente. Lleva 40 años en el negocio y lo dirige con el apoyo de su sobrina y su hijo. "Somos una empresa familiar", deja claro desde el principio. Fue su marido el ideólogo del proyecto, y durante años partió en su barco a capturar la angula. "Fue el primero en recuperarla", explica Consuelo, que se quedó sola años más tarde con la responsabilidad de continuar con la empresa.
La labor es rutinaria y comienza por la tarde, con la compra del manjar de manos de los productores. La angula llega viva a Goián conservada en agua y se selecciona manualmente en las instalaciones con la supervisión constante de Chelo. "La angula está mínimo quince días en el vivero para que coja su particular tono gris". Pero es en este momento cuando comienza el encarecimiento para los apasionados de este manjar. "La angula tiene un 30% de merma, cada día pierde un gramo de grasa, porque no comen".
En función de los pedidos, se extrae cada día la cantidad justa y se escalda. Una breve cocción es suficiente para envasarla en paquetes de 250 y 100 gramos. El precio varía en función del de la subasta y puede llegar a los 900 euros el kilo.
La angula que comenzó su viaje en el mar de los Sargazos y que abandonó el agua tras entrar en el río Miño tiene tres destinos finales: Madrid, Barcelona y Bilbao. También se queda producto en Galicia, pero menos.
Allí es recibida por mayoristas y plazas, bastantes, restaurantes, los más; y particulares, los menos, que conocen de sobra la delicadeza de la angula y no escatiman recursos en ella. "Hay quien la quiere comer y no le importa si está a 800, 900 o 1.000 euros, no preguntan el precio", explica Consuelo. En Benítez Fernández tienen suerte. "Nos preguntan si notamos la crisis, pero los ricos siempre consumen", sentencia.
Sus instalaciones pueden parecer, a primera vista, pequeñas, pero también lo es este producto. En su vivero se almacenan varios kilos de angula que con la cercanía de las fechas navideñas irán disparando su consumo.
Lo que sí tiene claro Consuelo es que el negocio va bien como está. "No necesitamos crecer, tenemos los mismos clientes que hace 40 años y eso todo de nosotros, nuestro compromiso es con la calidad". Ese es el emblema que lucen en cada caja, donde se destaca que la angula solo ha sido cocida "y nada más". No lo necesita.n

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