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El guardia civil que disparó al exbatería de Los Piratas: "No me quedó otra alternativa"

El agente está acusado de un delito de homicidios por la acusación particular, que pide 4 años.
photo_camera El agente está acusado de un delito de homicidios por la acusación particular, que pide 4 años.

Defiende que su actuación fue proporcional porque el exbatería estaba fuera de sí

 El agente de la Guardia Civil acusado de matar a Javier Fernández, ex batería del grupo Los Piratas, aseguró ayer durante la primera jornada del juicio que se sigue contra él en la Audiencia de Pontevedra que no le quedó "otro remedio que disparar" contra el fallecido ya que estaba tratando de agredir a su compañero con un arma blanca. Los hechos se remontan al mes de agosto de 2015, cuando la Benemérita recibió un aviso para acudir al domicilio donde Javier Fernández vivía con su mujer y su hijo de unos meses, en Ponteareas. La situación se complicó y el exbatería supuestamente intentó atacar a uno de los agentes, momento en el que el otro le disparó, impactando en el abdomen.
Por este delito, la acusación particular solicita una pena de cuatro años de cárcel y de seis años de inhabilitación especial para el Guardia Civil presuntamente homicida por una eventual "imprudencia profesional grave", mientras que la Fiscalía ha pedido el sobreseimiento de la causa al no encontrar indicios de delito y considerar que el agente actuó en el cumplimiento de su deber.
El acusado, que rechazó responder a las preguntas de la acusación particular, sostuvo en su intervención y a preguntas de su abogado que su actuación fue "proporcional y adecuada al protocolo, ya que era imposible frenar a Javier Fernández de otra manera, dado lo repentino y abrupto de la situación. Esta misma opinión fue la que manifestó el comandante de la Guardia Civil que redactó el informe sobre los hechos que tuvieron lugar en la casa de Guiáns donde se produjeron los hechos. Este mando de la Benemérita dijo además que el agente "no tenía otra opción que usar su arma".
Según el acusado, el fallecido estaba "totalmente fuera de sí" y, tras proferir numerosas amenazas contra los agentes que se hallaban en su domicilio con motivo de un aviso previo a los servicios de emergencias, trató de atacar a uno de ellos con la cubertería de la casa, causándole heridas leves en los hombros y en el rostro a uno de los agentes que integraban la patrulla.
Los hechos se produjeron después de que tanto la mujer del músico, con marcas leves en su cara por un golpe propinado por él mismo, y su hijo de apenas dos meses abandonasen el domicilio, asistidos por amigos de la familia. Fernández sufría de trastorno bipolar y, en los días previos a lo acontecido, había reducido notablemente la dosis de fármacos con la que se trataba, con efectos nefastos en su comportamiento, según afirmó ayer su mujer en el juicio.
La pareja de Hal, seudónimo con el que se le conocía en su círculo íntimo, explicó que pidió ayuda a los vecinos después de que este le propinase un golpe y de verlo "muy nervioso y delirando". No obstante, la propia Andrea rechazó firmar un atestado conforme se trataba de un caso de violencia de género e incluso reiteró en que Javier nunca había presentado este comportamiento antes y que estaba causado repentinamente por su enfermedad.
En la primera jornada también intervinieron los amigos de la familia que participaron en los hechos tras recibir el aviso de la mujer del músico, que acudieron enseguida a la vivienda para asistirla y que, entre otras cosas, retiraron al bebé de la vivienda cuando aún se hallaba bajo la custodia del padre.
Uno de estos testigos aseguró haber estado presente en el momento en que el agente de la Guardia Civil disparó sobre Hal y consideró que la actuación de las fuerzas de seguridad se basó en una estrategia "de presión" que empeoró el estado de enajenación del fallecido.
Esta persona dijo también que no se atendió al herido inmediatamente desde de caer al suelo como consecuencia del impacto de la bala, algo que los testigos de la defensa no negaron, sino que lo n justificaron porque, ya herido, el músico todavía se revolvía.
En la vista también testificó el compañero del agente acusado, que opinó que "no hubo manera de razonar" con el músico dado su estado y que este cargó contra él con varios cubiertos en las manos.
"Me vi en la obligación de proteger mi vida", declaró, durante la narración de los hechos, en la que explicó que tropezó y cayó hacia atrás, momento en que su compañero accionó el gatillo con el fin de salvaguardarlo. Este agente respondió también que acudió al lugar para atender un supuesto caso de violencia de género.
La estrategia de los interrogatorios de la acusación particular se basó en todo momento en tratar de destapar incoherencias en el protocolo seguido por los guardias civiles y en probar que la respuesta del autor del disparo, además de desproporcionada, fue negligente, porque el disparo impactó en el abdomen, en vez de en la pierna como tendría que haber ocurrido si estuviese destinado a reducir al presunto atacante.
Mientras tanto, la defensa dudó de la veracidad de la presencia de determinados testigos en el lugar y en el momento de los hechos, ya que la pareja de agentes implicada en los mismos no reconoció que estuviera allí y manifestó que, aparte de ellos, tan solo estaban tres sanitarios.
La vista oral se reanudará el próximo lunes, después de la larga sesión del día de ayer que se alargó hasta bien entrada la tarde. Aún  quedan por declarar cerca de una decena de testigos, entre ellos los sanitarios. 

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